Han pasado casi dos semanas desde que los responsables de la ganadería vasca Marqués de Saka anunciaron su condena a la desaparición. Una de las peores noticias que podíamos recibir, pues es una pérdida irreparable, una pérdida que trasciende lo material.
Es una herida profunda en nuestro patrimonio cultural y genético. Es la destrucción de un patrimonio genético único, un legado de selección, bravura y esfuerzo. La ganadería Marqués de Saka, con más de un siglo de dedicación a la crianza de reses bravas, ha sido desmantelada por una normativa inflexible que no ha considerado alternativas para conservar su invaluable legado.
La tuberculosis bovina ha sido el verdugo implacable que ha sentenciado a las bravas vacas de Lastur. No porque toda la ganadería estuviera enferma, sino porque, al superar el umbral del 1% de los animales positivos, la legislación exige el sacrificio total. Esta medida, aplicada sin contemplaciones, ha resultado en la eliminación de animales sanos, portadores de una genética única e irrepetible.
Da igual que el resto de las reses hayan dado negativo en las pruebas. Da igual que existan precedentes en otras comunidades autónomas donde se permitieron alternativas para preservar al menos una parte de este linaje único. Da igual que este legado sea una joya genética vinculada a la cultura de un pueblo. A la administración del País Vasco le ha dado todo esto igual y ha aplicado la norma con una rigidez que duele, y mucho, pues ha condenado a la ganadería a su desaparición total, sacrificando decenas de animales sanos sin contemplaciones ni alternativas.
Preguntas sin respuesta sobre la falta de alternativas
Me pregunto: ¿por qué no se han considerado medidas menos drásticas? ¿Por qué no existe un protocolo que contemple la cuarentena? ¿Por qué no se optó por sacrificar los animales infectados y la monitorización exhaustiva de los que estaban sanos para tratar de salvarlos? ¿Por qué no salvar a esos pequeños becerros, esas nuevas vidas, que con ilusión, cariño y vocación se herraron en enero? Estamos hablando de Marqués de Saka, una ganadería dedicada exclusivamente a los festejos taurinos y no al consumo humano, ¿No debería contemplarse una alternativa en la legislación que separase ambos mundos bovinos para dar la oportunidad de preservar una sangre brava única? No hablamos de un simple censo ganadero; hablamos de una línea genética trabajada durante décadas, imposible de reconstruir.
No tiene sentido. No se sostiene. Es muy triste que un hierro centenario, el más antiguo de Euskadi, con una genética trabajada durante décadas con mimo y sacrificio, desaparezca de un plumazo. No es sólo un vacío sanitario. Es un vacío en la historia, en la cultura, en la identidad de un pueblo que ha visto en esas reses no sólo a unos animales, sino a un emblema, a un reflejo de la casta y el esfuerzo de quienes han dedicado su vida a esta ganadería.
Duele, duele mucho. Para Marqués de Saka ya es tarde, pero ojalá se revisen y se adapten las normativas, considerando la singularidad de cada explotación ganadera, buscando soluciones que equilibren la sanidad con la preservación de nuestro patrimonio genético y cultural.
El legado que no podemos ni debemos olvidar nunca
La ganadería de Saka que conocíamos se ha extinguido, pero su historia perdurará en la memoria de todos. Esta condena es un duro golpe para los ganaderos y también para todos los aficionados y amantes de la fiesta. Es como si una parte del alma del festejo popular se desvaneciera ante nuestros ojos. Las vacas vascas de Marqués de Saka, con su mirada desafiante y su bravura ancestral, han sido el reflejo de generaciones de esfuerzo, de una lucha por mantener viva una cultura que se ha forjado con sudor, sacrificio y amor. Son un símbolo de la fortaleza, la raza y el legado que no podemos ni debemos olvidar nunca.
Espero que esto sirva para que las cosas cambien y se evite que otras ganaderías, que otros tesoros genéticos únicos e inigualables, sufran el mismo destino y se asegure que las riquezas de nuestra cabaña brava no se pierdan por la falta de flexibilidad y comprensión en la aplicación de la ley, sin siquiera intentar salvarlas. Que esta tragedia no sea en vano y que nunca más una joya genética sea condenada a la extinción por falta de alternativas y de consideración.
Ánimo y fuerza a la familia Arrizabalaga Carrasco en estos momentos tan difíciles y duros en los que han demostrado ser un ejemplo de integridad, humildad, lucha y sacrificio, expresando su determinación de seguir trabajando para volver a crear animales bravos. Como ellos mismos dijeron en su comunicado, han demostrado tener la misma bravura, casta y raza que portaban sus animales.
Gloria y honor a las vacas bravas
Gloria eterna a las vacas bravas. Honor a las vacas bravas y a sus ganaderos, que nunca lo han tenido fácil. Ojalá, más pronto que tarde, los pastos de Perlakua vuelvan a poblarse de sangre brava. Ojalá, más pronto que tarde, vuelva la vida y la ilusión a estos preciosos pastos guipuzcoanos. Ojalá, más pronto que tarde, volvamos a ver a vacas con el hierro de Marqués de Saka derrochando bravura en las calles y en las plazas.