Entrevista a Alberto Ariza, corredor del encierro y veterinario de Cebada Gago

Hablamos con Alberto Ariza, corredor del encierro de Pamplona, fotógrafo taurino y veterinario de los temidos y queridos toros de Cebada Gago

Alberto Ariza, corredor del encierro de Pamplona y veterinario de la ganadería Cebada Gago, es uno de esos personajes que respira San Fermín por los poros. Cada rincón de su ser vibra al ritmo de las tradiciones pamplonicas, y cada vez que se lanza a la calle Estafeta, lo hace con una pasión que lo conecta profundamente con lo que significa el encierro.

Hoy ha cumplido un sueño porque, aunque todos los encierros son importantes, para él un encierro de Cebada no es un encierro cualquiera: es el encuentro en las calles de Pamplona con los toros que ayudó a salir del vientre de sus madres, los ayudó a venir al mundo y vio como daban sus primeros pasos bajo el sol del campo gaditano. Así que, el encierro de los Cebaditas tiene un significado especial para él.

Alberto es el gaditano más sanferminero de la Estafeta ama el encierro y ama San Fermín, como si aquí mismo hubiera nacido, pero no sólo lo ama, sino que lo respeta, lo cuida y difunde su esencia. Para Alberto, correr delante de los toros de Cebada Gago es una experiencia única, sobre todo porque esos animales los ha visto nacer, desde que eran becerros en el campo hasta que corren junto a él en las famosas calles de Pamplona.

Del campo a la Estafeta

“Me emociona correr delante de los toros de Cebada porque los he visto ahí desde que nacen prácticamente, tiene como un plus más”, confiesa con una sonrisa que revela la conexión tan especial que tiene con esos animales. Y es que, como veterinario de la ganadería Cebada Gago, ha tenido el privilegio de ver crecer a esos toros con los que comparte no solo su pasión por el encierro, sino también su vida profesional. “Los ves desde que son becerros en el campo con los ganaderos, todo el equipo que estamos allí vamos mirando siempre con la ilusión de Pamplona”, explica, dejando claro lo importante que es para él ese proceso.

El encierro de hoy no fue la excepción. “Vi que se cayó el toro que, por desgracia, se ha partido el pitón, y bien, lo esperé y bajé la bajada del callejón con él. He disfrutado, estando ahí en el lío ya me siento satisfecho”, relata Alberto, quien no sólo ha sido testigo de la fuerza y bravura de los toros de Cebada, sino también un miembro activo en su cuidado y manejo en el campo.

Esa conexión entre el campo y la calle Estafeta no es casual. Es fruto de años de trabajo, de madrugones en el campo y de observar a cada toro desde sus primeras etapas hasta el momento en que brillan en el encierro con su magnífica y astifina presencia. “Claro, las vacunaciones, los enfundados, siempre estoy ahí ayudándole a Juan, el mayoral, formamos equipo”, explica. Esa cercanía con los animales le da una satisfacción extra cada vez que se lanza al encierro.

Pasión por el Encierro de Pamplona

La pasión de Alberto por el encierro no viene de ahora; sus recuerdos más felices giran en torno a esa esencia de San Fermín. Nacido en Medina Sidonia, Alberto cuenta cómo desde pequeño se sintió atraído por el toro, gracias a su abuelo, quien trabajaba en “Mari Carmen Camacho”, una ganadería de toros bravos.

“Desde pequeño veía los encierros en la televisión. Me levantaba a las siete y cuarto y me ponía el pañuelo allí en mi casa y veía hasta los anuncios”, rememora con cariño, como si aquel niño ilusionado estuviera aún en él. Ahora, siendo un adulto, sigue llevando el pañuelo con orgullo, y ese gesto se ha convertido en un símbolo de respeto, no solo para el encierro, sino para toda la tradición de San Fermín.

Amistad y alma sanferminera

Alberto no solo vive el encierro desde una perspectiva íntima, sino también como parte de una comunidad. Se considera un sanferminero de corazón, y para él, sus amigos en Pamplona han sido clave para entender y espetar la esencia de esta fiesta universal. “Tengo muy buenos amigos aquí en Pamplona y me han transmitido la esencia del Encierro y de San Fermín. Me encanta.”

Además, corre de blanco y rojo como símbolo de respeto y como marca la tradición. “lo llevo a gala porque me parece como un respeto hacia mis amigos, hacia el encierro… además, le da como una seriedad al encierro diferente.”

“Y no es ya sólo el encierro, me gustan los gigantes, la procesión, las peñas…” asegura con la misma emoción que transmite al hablar del encierro. Y aunque, como muchos, espera ansioso el momento de correr, sabe que San Fermín es mucho más que eso. “Es que hay que vivirlo así en mi opinión. Incluso ir con un poquito de cansancio al encierro de estar por la tarde por ahí con mis amigos, estar en los toros, en las peñas…” dice con mucho sentimiento.

“El encierro es lo más importante, pero hay mucho más que lo rodea”, concluye.

Cebaditas en el campo

El campo es otro de los lugares donde Alberto se siente en su elemento. “En el campo los Cebaditas son muy nobles, muy tranquilos”, explica, describiendo la naturaleza de los toros con los que trabaja. “Son toros muy tranquilos, pero cuando llegan a la calle, se transforman, no sé qué les pasa”, cuenta, añadiendo que es en la plaza donde se ve la verdadera bravura de estos animales.

Aunque no hay tradición de encierros en su tierra natal, Alberto no ha necesitado correr en otros lugares para llenar su alma de emoción. “No, sólo Pamplona”, responde con seguridad, porque para él, el encierro de la capital navarra es algo incomparable. “Eso es lo que me motiva: vestirme de blanco y rojo, y esperar luego esa espera tan larga de todo el año hasta que llega San Fermín para correr”, afirma.

La mirada del fotógrafo

La pasión de Alberto por la fotografía nació de su conexión con el campo y el toro bravo, escenarios que formaron parte de su vida desde pequeño. Pasaba mañanas y tardes solo por ahí, observando el paisaje y a los toros, inmerso en la magia de la naturaleza.

El campo es uno de los lugares donde Alberto se siente en su elemento. Allí no solo observa, sino que captura la esencia del toro bravo a través de su cámara, buscando retratar su nobleza y fuerza en su entorno natural.  “El campo es una maravilla que te ilusiona”, recuerda con entusiasmo.

Su amor por la fotografía comenzó casi por casualidad, inspirado por las imágenes de Gorka Azpilicueta y Arsenio Ramírez, dos fotógrafos que marcarían su camino mucho antes de conocerse. “Yo ni los conocía, pero vi las fotos que hacían y me apasionaba”, explica.

Fue entonces cuando empezó a tomar prestada la cámara de su padre, pensada para los viajes familiares, y la llevó al campo para capturar aquello que lo fascinaba. Su interés creció tanto que, siendo niño, pidió como regalo de Reyes su primera cámara, iniciando así un viaje que lo llevaría a perfeccionar su técnica y construir un estilo propio.

Con el tiempo, la vida le regaló el encuentro con Gorka y Arsenio, quienes se convirtieron no solo en referentes, sino también en grandes amigos. Hoy en día comparten encierros, San Fermín y una inquebrantable amistad. Una experiencia que une su amor por el toro con su pasión por la fotografía y su devoción por las fiestas más universales del planeta.

El Toro como forma de vida

La vida de Alberto ha estado marcada por muchas experiencias, y una de las más curiosas fue su participación en una película sobre el toro. “Surgió porque tenía un blog, ‘El secreto de la bravura’, donde escribía anécdotas del toro en el campo”, explica. Gracias a su blog, un director de cine italiano se puso en contacto con él para hacer una película sobre el toro. “Fue toda una experiencia”, dice, recordando con cariño ese proyecto en el que compartió escenas y vivencias con su amigo Juan Quiñones, quien actuó en la película.

Para Alberto, el encierro es mucho más que una carrera. Es una pasión que se vive de una manera única. “Que se metan en la calle porque es algo que no se puede explicar con palabras”, aconseja a quienes sienten curiosidad por este mundo. ” Ayer debutó mi hermano, que también es muy aficionado al toro; y siempre le he dicho “métete y vívelo, y poco a poco ya irás mejorando. Es una adrenalina que… lo recomiendo, lo recomiendo porque es una experiencia diferente a todo”.

Así es Alberto Ariza, un hombre cuya vida está marcada por la devoción al toro. Un hombre que no sólo vive el encierro, sino que lleva a San Fermín en el corazón, desde el campo gaditano hasta el Casco Viejo de Pamplona. Cada 7 de julio, mientras corre en Estafeta lleva consigo la historia, el respeto y la pasión que hacen de San Fermín una fiesta sin igual en el mundo.

Ya sea en la gran pantalla, en el campo o en las calles de Pamplona, Alberto lleva el toro como estandarte. Su pasión es un testimonio vivo de lo que significa ser parte de la cultura taurina en todas sus facetas.

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