Llevo cinco años queriendo contar la historia de una auténtica estrella del cesto. La historia de una de las vacas más reconocidas y una de las que más huella dejó en el mundo del roscadero. Una vaca de Leyenda. Cinco años desde que me enteré de que esta espectacular vaca, de gran trapío y belleza, nos había dejado y que ya no íbamos a poder verla derrochar virtudes y facultades en ningún sitio. Por fin, ha llegado el merecido homenaje a Amapola, la 135 de la J. Un homenaje de la voz de aquellos que se enfrentaron a ella y también de la voz de quien la cuidó.
Nació en 2006 y fue herrada a fuego con el hierro de Don Jesús Marcén. Curiosamente, hija de otra que también llevaba en el costillar el número 135 —también Amapola—, aunque muy distinta a su madre. La anterior era curra, brava y trabajadora, pero no tenía la anchura, la presencia ni el trapío imponente de su hija.
Amapola, la colorada de precioso nombre que arrasaba por donde pasaba, tenía algo más. Era algo más. De inconfundible lámina, con un metro y diez centímetros de pitón a pitón, era inolvidable desde el primer golpe: una combinación de casta, nobleza e inteligencia. Destruía las mentes y también los cuerpos, pues no fueron pocos los que tuvieron que pasar por enfermería tras enfrentarse a ella.
Tomás Marcén: “Amapola se crecía siempre en la pelea”
Nos cuenta Tomás Marcén que desde becerra fue muy noble, también de mayor. No era ni revoltosa ni mansa, simplemente era una vaca noble que apuntaba maneras. Pasó la promoción con buena nota y, pronto, comenzó a forjar su leyenda. Se estrenó en Villanueva, en una exhibición en la que llevó a la cuadrilla local hasta las tablas, de punta a punta de la plaza. Ahí comenzó una trayectoria que la llevaría por decenas de plazas y calles. Hizo encierros, desafíos ganaderos, obstáculos —en los que brillaba siempre yendo a más— y, sobre todo, dejó su sello en todos los concursos de roscaderos en los que participó. Fueron más de una docena en casi siete temporadas.
Estuvo en activo desde 2013 hasta 2019. En Figueruelas debutó en su primer concurso; en Zaragoza firmó su última actuación. Estuvo en Ricla, Tauste, Alagón, Ejea, Pedrola, Zuera, Borja… Las plazas pequeñas y las grandes la vieron crecer. Y crecerse.
Era brava, sí. Fuerte, también. Sin embargo, era muy calculadora. Se dosificaba. Iba de menos a más. O de más… a muchísimo más. Cada golpe era más fuerte que el anterior, como si ella sola decidiera cuándo tenía que llegar el derribo. Tenía la cabeza muy dura. No soltaba lo que se le metía en la cabeza hasta que no lo conseguía. Y eso no es una forma de hablar. A Calatayud, Rajolas, Pericolo y compañía les partió el palo del cesto, literalmente, en dos ocasiones.
En la calle pegaba fuerte, con ganas. Repartía muchas leches. Pero todo lo hacía desde el corazón. Sabía leer, sabía colocarse, sabía esperar. Se crecía ante la dificultad, ante el obstáculo o ante los adversarios. Se crecía en la pelea. Amapola no se rendía nunca.
Se fue para no sufrir
Y aunque no dejó hijas, su estirpe continúa. Hay sobrinas en la casa ganadera de Villanueva de Gallego. La genética continúa. Ella, sin embargo, había cumplido su etapa. Amapola fue muy trabajadora, longeva y una auténtica todoterreno. Tenía artrosis, y el momento llegó. Fue durante la pandemia, aunque no por ahorro ni por necesidad. Se fue para no sufrir. Sus ganaderos quisieron evitarle el sufrimiento. Pero le faltó algo: un último saludo. Un aplauso. Un homenaje. Hoy, al fin, lo tiene desde este humilde lugar.
Su ganadero nos cuenta que tiene muy en la retina una de sus últimas actuaciones, la del Pilar 2018. Ahí, en Zaragoza, fue la cuadrilla de Bardenas la que se vio las caras con esta espectacular vaca brava. Ahí, deslumbró a la Misericordia con su casta inconfundible. Hablamos con uno de los protagonistas de aquella actuación, hablamos con el roscaderista que más veces se ha enfrentado a esa vaca, hablamos con el propietario actual de Amapola. Hablamos con Gonzalo Bouthelier.
Amapola estará por siempre en Bardenas. Amapola y Gonzalo Bouthelier: el idilio será eterno
Como decía, si hay un roscaderista que se tuvo que ver las caras con esta preciosidad de la J, ese fue Gonzalo Bouthelier. Siete veces esperó a este animal en el centro del ruedo, y las siete ella le ganó la pelea. Siete veces con tres cuadrillas distintas: Longares, Los Troneras y Bardenas. Ahora, cuando entras en su casa, en Bardenas, lo primero que te encuentras es con la belleza sin igual de Amapola. Y ya os digo que impacta e impresiona. La trayectoria de ambos va de la mano, pues debutaron prácticamente a la vez en los concursos de cestos, y se retiraron también a la vez. Hablar de uno es hablar de la otra. Y viceversa.
La primera vez que la vio fue en Ricla, allá por 2014. “Era un crío”, confiesa. Y cuando iba por el túnel de los chiqueros para saltar al albero, ya le impactó: “Salió con la cabeza torcida, no cabía por el callejón de los toriles. No la conocía, no sabía qué es lo que iba a salir”. Recordemos, su metro diez de pitón a pitón, una vaca que no cabe en el cesto.
Pero para Gonzalo fue amor a primera vista. “Lo primero que dije fue: jodo”. Su capitán, de la cuadrilla de Longares, le contestó “¿jodó qué?”, a lo que él contestó con su habitual positividad: “Nada, a pararla como sea”. Y lo hicieron. La pararon, y la aguantaron hasta que ella decidió sacarlos del círculo. “No nos tiró, pero nos sacó. Tengo fotos, salgo volando con ella”.
“Amapola era una vaca ganadora”
Desde entonces, Amapola se convirtió en la chica de sus sueños. La mejor actuación con ella, según él, llegó en El Pilar de 2018. “la que más he disfrutado de aguantarla; a falta de 30 segundos nos eliminó. A ver, estábamos cansados también; es una vaca que se reservaba mucho”. Aquel día, como siempre, Toño Mateo le mandó a sacar la papeleta, esperó; no le gustaba sacar de los primeros, y cuando vio que no estaba saliendo el 135, decidió meter la mano. Y, ¡premio!
El resto de la cuadrilla no estaba tan contenta con la suerte que les había tocado: “Sí, los demás me decían que cómo podía estar contento, pues porque para mí es una vaca ganadora. Para mí es una vaca ganadora de satisfacción, o sea, de haber parado esa vaca. No ganadora de golpes: me da igual hacer cuatro golpes que haber hecho doce; me hubiera dado igual. O sea, es la satisfacción de haber parado esa vaca. Eso es ganar el Pilar. Eso es ganar Zaragoza”
¿Y la peor? “Igual fue en Borja, con los Troneras. Estaba Asier Estarriaga de recortador, Costa al medio, Mequero al palo derecho, yo al izquierdo,… Nos eliminó en el tercer golpe. De salida, la tenía para coger; me gritaron que no lo hiciera. Supe rectificar y volver a aguantarla”.
El ganadero nos decía que la vaca tenía la cabeza muy dura; ya os digo yo que Gonzalo también. Amapola nunca se rendía. Gonzalo tampoco. Y como tal, la quería siempre en los concursos, quería que le tocase la papeleta con el 135: “Yo porque ya conocía la vaca, ya sabía cómo pegaba y era una guerra que yo tenía con ella de… pues esta vez la tengo que parar”.
La importancia de la mente
Mientras otros se ponían nerviosos al saber que saldría esa vaca, él no. “Yo iba más relajado porque ya sabía cómo actuaba la vaca. La gente iba al revés, la gente iba con más miedo. Yo no, iba más tranquilo. De hecho, la gente me ha dicho muchas veces que cómo puedo salir tan tranquilo. A ver, es que si sales nervioso es cuando vas a caer. Tienes que salir tranquilo. Para mí es una vaca más. Lo que pasa es que es una vaca que ya conozco, ya sé cómo pega y ya sé cómo va a actuar”.
Siempre he mantenido que Amapola destruía las mentes de los que les tocaba enfrentarse a ella, lo sigo manteniendo. No porque tuviese mucha fuerza, sino porque no sabías cuando iba a desarrollar todas sus facultades; se reservaba, reponía, pensaba, te desgastaba y entonces metía el riñón. Esa incertidumbre en un animal que ya sabes que se va a comportar así creo que genera mucha tensión mental. Gonzalo nos cuenta esto al respecto: “Para mí ya no era tan complicada mentalmente, después de tantas veces, no. Pero había gente que sí que les afectaba, por ejemplo, cuando les tocó en Zaragoza, en 2019, a la cuadrilla de Biota. Fallaron porque sabían la vaca que era y mentalmente les pasó factura.”
Y es que la cabeza, como en cualquier festejo taurino, es fundamental; el físico es importante, pero la cabeza siempre lo es más: “Lo peor que puedes hacer es la cabeza. A mí, cuando me tocó en 2019 la 265, que es una de las vacas más fuertes ahora de Marcén, me decían “cuida con la vaca”; les contestaba “es que para mí es una vaca más”. Después de tantos años… Al principio, sí que me apuntaba los nombres de las vacas a las que salía, concursos, los golpes que hacía. Llega un punto en que te acostumbras”.
“Pensativa, reservada y astuta”
Al pedirle que me defina a la vaca, lo tiene claro: “Pensativa, reservada y astuta. Sabía cuándo podía y cuándo no. Cuando sabía que no te iba a tirar, se daba la vuelta y se salía ella sola. Ella se reservaba, te pegaba y si veía que no podía, se iba. No hacía falta recortador. Volvía a coger otra vez aire y te volvía a pegar. Era bastante lista. No tenía maldad. Era una vaca que, si te tiraba, no te iba a pillar. Una vez que te tiraba, parece que la vaca sabía que una vez que te tiraba ella ya había ganado.”
Recuerdo perfectamente la actuación de Zaragoza 2018 y cómo Amapola se fue a por el cesto una vez que ya había derribado, estando Sergio Aguas en el suelo. Ese día, Gonzalo se llevó un varetazo en el pecho, aunque no lo recuerda, pero ya os lo digo yo. Cuando se lo digo, me dice: “Cómo no te ibas a tirar a coger a esa vaca”. Gonzalo en su más pura esencia. Si no existiera, habría que inventarlo.
“Si me tengo que quedar con una cabeza el día de mañana, tiene que ser esta. Amor a primera vista”
Hace unos días fue a buscar a Amapola; después de varios años, por fin la vaca está en Bardenas. Tenía muchas ganas de tenerla en casa y sintió mucha emoción al verla. “Emoción, ganas de tenerla. Muchos recuerdos me vinieron a la mente. Muchas veces he pensado que esta vaca no la tenía que haber matado tan pronto. Pienso que la tenía que haber guardado por lo menos para hacerle una merecida despedida como la de la 88. O la que le hizo a la 22.”
Su cabeza era una de las más codiciadas, anheladas y pretendidas por los roscaderistas. Amapola tenía muchos novios; muchos eran los que querían quedarse con ella y poder disfrutar de su presencia a diario. Gonzalo nos cuenta que la primera vez que se enfrentó a ella, en 2014, habló con Jesús Marcen. Ese día pensó: “Si me tengo que quedar con una cabeza el día de mañana, tiene que ser esta. Amor a primera vista.”
Jesús le dio su palabra. Gonzalo se lo recordaba cada vez que le volvía a tocar, a lo que este prestigioso ganadero le contestaba: “Me la ha pedido mucha gente y a todos les digo lo mismo: esta cabeza es para Bouthelier”. Y cumplió su palabra, así nos lo cuenta: El día que la fue a matar me llamó y me dijo: “Esto es lo que hay. ¿Te interesa la cabeza para ti o se la doy a otro que me la ha pedido?” Y le dije: “No, me la quedo”. De hecho, el taxidermista, Javi, me dijo que durante el tiempo que la ha tenido él, le han ofrecido más dinero para quedársela. Y él, como palabra de taxidermista, me dijo lo mismo: “Si Gonzalo no la quiere o el ganadero me dice que se la dé a otro… Hasta que ellos no me digan algo, la cabeza es para él.”
“Igual no me hubiera retirado si hubiera habido la posibilidad de que me hubiera tocado en otro concurso”
A Gonzalo le queda esa espina pendiente de no haber podido ganarle una vez la batalla a Amapola: “Sí. Siempre es una vaca que, igual que cualquier otra vaca, me ha ganado una partida y no me ha hecho tanta ilusión el haber perdido contra ella; contra esta, sí que me hacía la ilusión. ¿Me ha ganado? Aún está fuerte. Siempre vas probando la vaca. Igual que la vaca cumple años, los cumples tú.”
Se retiró de los concursos de cestos en 2019, por cierto haciéndolo llevando el nombre de su pueblo en su cuadrilla; no quería hacerlo de otra forma. Le pregunto si hoy la vaca siguiera viva, si volvería a concursar para enfrentarse a ella. Lo tiene muy claro: “Igual no me hubiera retirado. Así de claro, si sé que tengo la posibilidad de que me hubiera tocado en otro concurso… Pero solo hubiera participado en los que hiciera Marcen, sólo por ver si me volvía a tocar, para seguir enfrentándome a ella. Es una vaca que me ha marcado mucho.”
No hay matrimonio más longevo que la relación de Gonzalo con esta vaca: “Nos volveremos a encontrar el día de mañana, allá donde esté ella y el día que yo me muera, si es verdad que existe el más allá, pues… nos encontraremos en el más allá.” Ahora, le puede dar los buenos días y las buenas noches, puesto que la ha puesto en un lugar estratégico: la ve cuando entra a casa y cuando se va a dormir. Amapola ya está en casa.
Sólo una vez consiguieron aguantar los tres minutos con ella. Justo cuando se dijo tiempo, la vaca se arrancó y los sacó. Gonzalo nos dice que le gustó y que les dio la enhorabuena a la cuadrilla de Ejea 1 capitaneada por Mariano Cortés. Ahora hablamos con uno de los miembros de aquella extraordinaria cuadrilla. Hablamos con un enamorado de Amapola. Hablamos con Andrés Casanova.
Andrés Casanova y Amapola: “No la vi nunca con una guerra perdida”
Para Andrés Casanova, hablar de Amapola es hablar de un antes y un después. No solo por lo que la vaca representó en su trayectoria, no sólo porque con ella en 2017 ganó en Ejea, su plaza, por primera vez, sino por lo que provocó en su mente, en su corazón y en su forma de entender el roscadero.
«Yo entonces tenía 20 años, era un inconsciente, y no le tenía miedo a nada, me creía más fuerte que ninguna vaca», recuerda. Formaba parte de Ejea 1, «la mejor cuadrilla que había», con figuras como Roberto Constanza, David Morella, Mariano Cortés y Sergio Ezquerra. «Salía con los 2 mejores citadores que ha habido y con el mejor puntal y palo que he visto en los roscaderos para mí».
Aquel día tenía claro lo que quería. «Le pedí esa vaca a Mariano, le dije que la quería, pero yo no soy de ver los sorteos, y vino Mariano y me dijo: “Este chico va a sacar la papeleta”. Me agaché sonriendo y le dije: “Saca la 135, por favor”. Y me dijo: “Vale”. Yo me eché a reír y le acaricié la cabeza. Acabó el sorteo, vino Mariano con la papeleta y me dijo: “Toma, la que querías”. Inconsciente de mí, eché a gritar y a celebrarlo. Todo el mundo me miraba con cara de: este zagal está loco. Pero con todo el mundo que lo he hablado se lo he dicho: estuve durante un mes antes del concurso soñando en Ejea y la Amapola, como si supiese mi inconsciente que iba a pasar».
“Andrés, Sergio, tened cuidado, la vaca no cabe en el cesto”
El rato de antes fue breve. Jesús Marcén la sacó en segunda o tercera posición. Andrés calentó sabiendo lo que venía. “Sabía que era una guerra de pulmón. En medio de la plaza de Ejea, ya formados y con la puerta abierta, nos dijo Mariano: “Chicos, otras cuadrillas han aguantado casi 3 minutos con ella; nosotros somos Ejea, nosotros los tenemos que aguantar”. Y cuando ya la vimos salir por los toriles de Ejea con la cabeza torcida para no darse con los pitones en las paredes, soltó Mariano: “Andrés, Sergio, tened cuidado, la vaca no cabe en el cesto”. Tuvimos suerte ese año: en Ejea echaron mucha tierra y había escalón de toriles al albero, y la vaca tropezó y le ganamos unos metros. Aun así, el primer golpe me dio en la cara”.
Lo que vino después fue historia. «Después de tres minutos, la vaca nos llevó de punta a punta del círculo. Después de tres minutos pegando en el roscadero, que a una cuadrilla como la que teníamos de Ejea 1 nos lleve de punta a punta del círculo de Ejea es una locura. Es una locura. Un espectáculo de vaca. Una locura. Una locura».
Amapola no fue una vaca más para Andrés, fue muy especial: «No la vi nunca con una guerra perdida. La única guerra que perdió fue el cómo se fue. Merecía un reconocimiento como el de la 88, o incluso más. Sólo se aguantó de novilla. Ninguno más conseguimos acabar de pie más de 4 minutos con ella». Andrés se refiere a la exhibición que la vaca hizo de novilla en Villanueva de Gallego, donde a la cuadrilla los llevó de punta a punta de la plaza de Villanueva; no había círculos ese día.
«Inteligente, Corazón, Preciosa»
En tres palabras, la define sin dudar: “Inteligente, Corazón, Preciosa”. Porque no era solo lo que hacía, sino cómo lo hacía. “La inteligencia que tenía… yo creo que podía escribir esa vaca. Salía y te probaba por arriba, por abajo, por los lados, te pegaba pequeños arreones y te iba desgastando. Y ella iba calculando el tiempo. Parecía que podía escuchar al speaker. Cuando se escuchaba “lleváis 2 minutos”, ella decía: “Ahora“, y clavaba un arreón como si fuese el nada más salir de toriles. Y no pegaba muy muy duro, pero la tracción era imparable. Era un espectáculo. No he visto, ni creo que lo vea, algo igual. Encima, cuando te tenía en el suelo, ella no iba a pillar. Mira el nivel de lista que era, que sabía que pillando con la cabeza no hacía mal. Así que ella te iba a pisar, te pasaba y pisoteaba. Una locura”.
Para quien no tuviera el privilegio de ver en alguna ocasión a esta vaca, él lo tiene claro: «A esa gente le enseño el vídeo del concurso de Ejea 2017. Ese vídeo que está en YouTube es el que define a la vaca. Y les explico: imaginaos el nivel de vacas que había en esos años, que con 7 entradas se ganó un concurso de Ejea. Hoy en día eso es una locura. Estaban las vacas uno o dos puntos por encima de ahora».
“Fue la única vez que calculó la vaca mal”
Y no solo desgastaba el cuerpo. «Tú la tenías parada, y a un metro con el cesto abajo se ponía mirando a la nada, atenta a lo que tenía detrás y a lo que tenía delante, y la veías cómo respiraba, se hinchaba tres palmos. Era muy incómoda, de estas pegajosas que no te dejan respirar ni descansar. Eso, mentalmente y físicamente, en el segundo minuto de la actuación te destruye, te hace perder posición y hasta la concentración».
De todas sus actuaciones, la que más le impactó fue una que no vivió desde dentro. “La que más me impactó: Alagón 2016, a Gallur. Dejó inconsciente a Saúl. Toño y yo fuimos unos de los que entraron a la enfermería con Saúl y… pff… me chocó. Fue el segundo concurso de mi vida, y justamente después tenía que salir yo. Fue muy, muy duro”. La que más le gustó, sin embargo, fue la suya en Ejea: “Porque fue la única vez que calculó la vaca mal, y empujó cuando el tiempo había terminado y pudimos ganar”.
Nunca volvió a enfrentarse a ella. Y aunque admite que le hubiera gustado, también confiesa: “Después de cómo fue Ejea, le cogí mucho respeto y miedo. Vi que no podía con ella. Si no pude en Ejea, que salgo loco y el triple de motivado, mucho más que en Zaragoza, ¿dónde voy a poder?”
Regalo de cumpleaños
Hace unos días, la volvió a ver. Fue el día de su cumpleaños, un buen regalo, sin duda. “Me dijo Gonzalo que tenía que ir, que necesitaba una furgoneta. Y se presentó el día de mi cumple y me dijo: “De regalo, el primero que la vas a ver conmigo, tú“. Y fuimos, nerviosos perdidos los dos; parecía que me la quedaba yo. Le hice 10 fotos, creo, hasta metida en mi furgoneta. Era como un niño con la camiseta de su jugador preferido. No podía dejar de mirarla. Me impresionó muchísimo verla, porque se me había olvidado lo imponente y bonita que era. Hicieron muy buen trabajo con esa cabeza. Tardó, pero mereció la pena. Gonzalo tiene un tesoro en casa”.
Andrés, el día del homenaje a Morenita, me habló ya de Amapola, así que le pregunto por ambas vacas: “La 88 era pura fuerza, es lo que queremos, pegar abajo y con todo; pero la Amapola no era eso. La Amapola, inteligente, te probaba por un lado, por otro, por arriba, por abajo; te iba desgastando, te empujaba un poco, se paraba, respiraba y luego te metía el arreón. Y lo hacía siempre, siempre. Nunca llegaba a tablas, se quedaba en la línea, dos o tres pasicos, y cuando decía “ya te tengo”, rrrrnnnnnnnn…”
Saúl Frescané: “Amapola era brava, imponente y bruta”
Hablar con Saúl Frescané sobre Amapola es revivir algunos de los momentos más duros y exigentes que puede ofrecer un concurso de roscaderos. Él la sufrió en sus propias carnes, y lo recuerda con una mezcla de respeto, crudeza y admiración. La define con tres palabras que lo dicen todo: “Brava, imponente y bruta”.
Era una vaca de una dureza excepcional, una de las más resistentes que ha conocido en su trayectoria. “Tenía un aguante increíble y cuando pegaba había que tener muchísimo cuidado, porque los pitones se salían por fuera de la campana”, cuenta. Amapola, como venimos contando, se crecía; su intensidad subía en cada golpe, en cada entrada.
Estragos de Amapola
Saúl sabe bien lo que eso significa. En el concurso de Alagón, la vaca lo dejó inconsciente al chafarlo contra el roscadero. “Me abrió por debajo del labio inferior y se me veían los dientes. Además, acabé con tres costillas fisuradas”. Aquel día no fue el único en que la vaca dejó huella. En Figueruelas, recuerda cómo a Iván Lumbreras, que salió de pechuga, Amapola le pegó en el cesto, levantó la cabeza por encima de la campana y volvió a derrochar fuerza con otro golpe hacia arriba que le abrió los labios, el paladar y la nariz con el pitón.
También recuerda lo ocurrido en Zuera. Allí participó con la cuadrilla de Longares en el palo izquierdo, Ángel Jaime en el centro, Gonzalo al otro palo, Fran en la parte trasera y Darío como citador. “Fran se tropezó y lo pasamos por encima; quedó entre ella y el cesto. Saltamos para cubrirlo, pero cuando pegó, nos empujó y volvimos a tropezar con él. Nos pasó por encima, y a mí me abrió la ceja”. Saúl me recuerda también una escena que impactó a todo el mundo cuando en Alagón 2015: “En el primer golpe les partió los dos palos a los de Cabañas”.
Gloria a la 135 de la J
Así se las gastaba Amapola.
Una vaca fuerte, con raza y casta.
Una vaca que no perdonaba nunca.
Una vaca que, al mínimo descuido, te mandaba a la enfermería.
Amapola no sólo fue brava, exigente y dura, sino que dejó huella en quienes se enfrentaron a ella e hizo vibrar a los aficionados que fueron a verla actuar a las plazas.
Como aficionada, la 135 me tenía completamente enamorada.
Gloria a la vaca que llevo en los stickers de Whatsapp.
Gloria a la vaca que más veces he nombrado cuando hablo de roscaderos.
Gloria a la vaca que define la suerte del cesto como ninguna otra.
Gloria a las vacas guapas.
Su número, el 135.
Su nombre, Amapola.
Su hierro, la J.
Su legado, eterno.
Gloria Eterna a la Vaca Brava. Gloria Eterna a Amapola.
Y sí, por cierto… ahora, Amapola es mi vecina.
Todo un honor.